La luminosidad, vitalidad y libertad que se respiraban en la Ibiza bohemia de los 70 fascinó a Antonio Villanueva, que ha pasado la mayor parte de su vida afincado en esta isla mediterránea, a pesar de su posterior declive como centro cultural y de la masificación que tanto ha criticado en algunos de sus últimos trabajos. Ibiza fue (y sigue siendo en buena medida) un crisol de nacionalidades e influencias que vive abierta y en la calle y de la que este artista afincado en Santa Eulalia ha extraído esa especial luz, expresividad y colorido que impregna sus obras.