En 2004 Antonio Villanueva rehabilita una nave industrial semi abandonada y traslada allí su estudio, convirtiéndolo en un hervidero de creatividad, un espacio vital y abierto a otros artistas que insufla aires renovados al apagado ambiente cultural ibicenco. Es el punto de partida de un viaje que le llevará a experimentar con nuevos materiales, como la resina, y, manteniendo sus principales fuentes de inspiración (la música, las mujeres, el bullicio de las multitudes) le provocará un interés cada vez mayor por investigar los límites de la creación pictórica, explorar las fronteras entre figuración y abstracción, entre la imagen y el espacio vacío, y como muestra de ello tenemos la magnífica serie de obras que toman como inspiración al Tao realizada en 2009.